FERNANDO LUIS EGAÑA Normalización es continuismo
Según voceros de la comisión de Unasur, ésta busca la "normalización" de la situación política del país, lo que desde luego significa en la práctica que la hegemonía impere sin mayores resistencias, o imponga su parecer sin mayores conflictos. Eso que el canciller ecuatoriano y factótum de la comisión, Ricardo Patiño, ha llamado el "normal funcionamiento" del estado de derecho y de la institucionalidad...

Para lograr ese cometido se pretende que las reuniones miraflorinas o ministeriales del diálogo sean el escenario principal para la dinámica oposición-hegemonía, mientras que las protestas estudiantiles, vecinales, socio-políticas, vayan disminuyendo en frecuencia e intensidad, hasta confundirse con las expresiones puntuales de malestar o reclamo que, en tanto fragmentadas y diversas, no suponen un riesgo para el continuismo hegemónico.

Es decir, menos Gaby Arellano y más Edgar Zambrano, lo que sería un craso error, porque el presente necesita mucho más del aguerrido movimiento estudiantil que de los políticos de cabildeo. Todos son importantes, sin duda, pero la prioridad debería estar en fortalecer la presión popular y no en soslayarla. Lo dijo con acierto Julio Borges: no es diálogo o protesta sino diálogo y protesta.

Y para que sea así, de verdad, del dicho se pasa al hecho. Esperemos que ello ocurra. Esperemos que la plataforma unitaria se entrelace con los movimientos de calle de todo el país. Esperemos que en esta oportunidad la hegemonía no consiga oxigenarse con el concurso de variados opositores formales.

Y es que la vigencia de la ruta política, constitucional y electoral para superar al poder establecido, depende, en gran medida, de que exista presión popular. Algunos piensan lo contrario: que las protestas introducen un elemento de incertidumbre que pone en riesgo la ruta señalada. Pero se equivocan. Lo que en Miraflores, La Habana y la comisión de Unasur denominan la "normalización", es lo que aleja las posibilidades de una salida constitucional a la tragedia que padece Venezuela.

Porque "normalización" es un eufemismo para el "continuismo". Y el conjunto de los venezolanos sabe bien qué implica eso: más penuria económica, más violencia criminal, más abuso de poder, más represión, más dificultades de todo tipo para la vida diaria de las personas, las familias y las comunidades. Y todo ello dentro de una "jaula institucional" que Maduro y compañía denominan "democracia revolucionaria".

La protesta justa y legítima, que surge de esas realidades, no debe ser puesta de lado por una mesa de diálogo. El oficialismo, desde luego, quiere hacerlo y por ello es que la oposición no debe permitirlo. Más grave sería que el debilitamiento de las protestas, también estuviera en los planes de elementos opositores, tanto por razones de competencia o mezquindad política como por motivaciones de índole burocrática.

El próximo desarrollo de los acontecimientos dirá si las prevenciones al respecto tienen o no asidero. En todo caso, la experiencia ha demostrado que la presión de la protesta es indispensable para que cuajen las posibilidades de un cambio sustancial. Y no hacía terrenos inexplorados o saltos en el vacío, sino hacía la vigencia efectiva de una democracia constitucional.



flegana@gmail.com





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