Sugiero leer el último artículo de Ricardo Combellas (LA NUEVA CLASE), que no pudo publicar en El Universal por el "cambio de la línea editorial" de ese medio

LA NUEVA CLASE
Ricardo Combellas

En Venezuela se ha formado una nueva clase; controla el Estado y la economía, y pretende dominar con intención de perpetuidad todos los intersticios de la sociedad. El término lo tomo del célebre libro de Milovan Djilas, “La nueva clase”, publicado el año 1957, que impactó al mundo con su tesis de la formación en los países socialistas de una nueva clase dominante integrada por la élite de la burocracia, sustitutiva de la burguesía capitalista y a su vez explotadora del proletariado, en contradicción con los ideales de igualitarismo del programa marxista. No fue una tesis original, pues ya antes con rigurosidad teórica tanto Trotski como Rosa Luxemburgo habían advertido con motivo de la victoria de la Revolución rusa sobre los peligros del acaparamiento del poder por parte de la élite del partido y la burocracia en su propio beneficio, consecuencia del surgimiento de intereses particulares en detrimento de los intereses generales de la nueva sociedad a construir. El mérito de Djilas estuvo en patentizarlo en lenguaje sugestivo en una época todavía cándidamente ilusionada con el socialismo marxista.

El concepto de nueva clase ha trascendido su historia original para posicionarse como una herramienta heurística de indiscutible valor, trascendente a las clases sociales que tradicionalmente conocemos. En palabras de Popper: “los gobernantes son siempre determinadas personas y, sea cual fuere la clase a la que antes hayan pertenecido, cuando gobiernan pertenecen a la clase gobernante”. En Venezuela la integran sencillamente los actuales amos del poder: los altos mandos militares beneficiados por la revolución, el entorno civil que hoy se nuclea en torno al presidente Maduro, la cúpula del PSUV y la boliburguesía que sirve y se sirve de los beneficios materiales del régimen. Su objetivo primordial es ante todo sostenerse en el poder, para lo cual utiliza sin rubor cualquier mecanismo, incluida la bárbara violencia, que impida su eventual sustitución. Para la nueva clase la Constitución y el Estado de Derecho son instrumentos al servicio del poder, no valores ni principios normativos cuya función más relevante es limitarlo y evitar la arbitrariedad. “El socialismo del siglo XXI” no es un proyecto profundo y sincero de cambio social y político, sino lo que Gaetano Mosca denominó como “fórmula política”, principios de sustentación de la nueva clase adoptados en función de sus propios intereses y en desmedro de los intereses de la sociedad en su conjunto. En suma, una ideología encubridora de sus particular egoísmo.

La nueva clase venezolana es poderosa en lo que concierne a acumulación y disposición de recursos materiales. Administra a su antojo la renta petrolera, su dominio abarca todas las ramas del Poder Público, ha desplazado y minimizado el rol del empresariado privado con su control absorbente del mercado, ha golpeado inmisericordemente la autonomía e independencia de los gremios y asociaciones que integran la sociedad civil, maneja sin cortapisas el funcionariado constitutivo de la Administración Pública, todo lo cual ha significado una restricción de nuestras más elementales libertades, tanto en lo civil como en lo político, económico, cultural y social, en una medida tal que dudamos en calificar al régimen como democrático, siendo que para muchos se trata a secas de una dictadura con ambiciones totalitarias.

No obstante lo dicho la nueva clase es vulnerable pues no ha logrado conquistar, en términos gramscianos, la hegemonía, es decir la dirección intelectual y moral de la sociedad. Toda revolución que se precie, independientemente de su degeneración posterior, nace como un proyecto profundamente moral, lo que Marcuse llama la ética consustancial a la revolución. Y esto lo digo pues la revolución bolivariana surgió contaminada con el virus de la corrupción, virus al que nunca se le ha puesto real remedio, con la consecuencia de que la carcome progresivamente y sin piedad, como la termita carcome la madera. La lucha contra la corrupción llegó tarde y se quedó sin destino, una vacía consigna que no atacó nunca en profundidad sus causas y que ahora tiene que sufrir de manera inclemente sus graves efectos.

¿Cuál será el destino de la nueva clase? No avizoro, pues no soy adivino ni profeta, la forma de su caída. ¿Tal vez una implosión como en la Unión Soviética? ¿Una transición, traumática o no, hacia la democracia? ¿Será un resurgir de sus elementos más puros, o en todo caso menos contaminados? ¿Se dará lo que Pareto llama “circulación de las élites”, es decir el proceso a través del cual grupos de la sociedad ascienden a la élite y a su vez grupos de la élite son expulsados de su seno? No lo sé. Lo que sí parece cierto es que el camino hasta ahora emprendido lleva a su perdición, y tarde o temprano a su desaparición. Pasará entonces la nueva clase al cementerio de la historia, que a fin de cuentas es un “cementerio de aristocracias”.

ricardojcombellas@gmail.com

Reply · Report Post