Desbarrancándonos hacia una explosión social, sugiero leer al Dr. Rafael Muci-Mendoza sobre el fracaso de la salud en Venezuela


Elogio de los galeotes…

Rafael Muci-Mendoza

A veces me da por fantasear… Viendo la sala 3 del Hospital Vargas de Caracas, esa que me acogió durante medio siglo, con sus desvencijadas camas alineadas en dos filas, mirándose las unas a la otras, precariedad sin mucha privacidad, colchones duros, chinchorreados en el centro, forrados de hule, calurosos e incómodos, ropa de cama traída de la casa o simplemente ausente, chores y desnudos de la cintura hacia arriba, una bandeja metálica y un solitario pan embarrado con mantequilla, me sentía como un cómitre, no otra cosa que ese sujeto inclemente que restallando un látigo dirigía la boga en las galeras y tenía como función el impartir el castigo a los galeotes, réprobos privados de toda libertad, fatigados remeros, esclavos que cumplían en vida la peor de todas las condenas y que por raridad, eran dispensados por un rey indulgente que conmutara sus penas.

Estos míos no eran delincuentes ni purgaban como forma de pago un delito cometido; no, todo lo contrario, el delincuente era este régimen de mis tormentos, la sociedad injusta que les condenaba a purgar el delito de ser pobres, de no tener influencias ni palancas, de no ser cínicos bolichicos de maletín abultado, de no tener voz pero si voto; eran los engañados Juan Bimbas de antaño hechos presentes, desechos de esta triste realidad; los descamisados, la pura chusma, los pata en el suelo, esos para los cuales la copla reza, ¨pa´que se va a lavá las patas el que va a dormí en el suelo...¨ La penumbra implantada por el chavomadurismo en el país me hace la analogía más pungente. La gangrena diabética que hasta hace pocos meses tenía la posibilidad de ser avasallada al introducir dentro de la arteria casi obstruida una pequeña malla llamada stent, que colocada dentro de la luz del vaso, al soltarla se amplía y la distiende permitiendo el paso de la sangre y la reperfusión de los tejidos mortificados… Ya no las hay; certezas existen que no las habrá por mucho tiempo, no hay divisas, no hay dólares con qué pagarlas. El gobierno bolivariano de mafias, ladrones y componendas que sufrimos, tiene dispuesto un ducto directo de divisas hacia sus bolsillos. Nunca se vio mayor grado de maldad. Olvídense de la mal llamada ¨defensora del pueblo¨, nunca arañada por una necesidad de salud. Defenderá a los encumbrados delincuentes de cuello rojo negando la necesidad de una emergencia de salud, esa necesidad que aflige y mata, y no existiendo por ahora, un don Quijote que arremeta con Rocinante contra los guardias y de certero espadazo corte las ignominiosas cadenas de los galeotes plantándole cara a la Santa Hermandad, esperaremos por tiempos mejores...

Y yo, el jefe de la sala, tengo que volver cincuenta años atrás, para en el ahora, avalar una amputación, hacer un pacto con la muerte y decirle que por favor venga un poquito más tarde para poder compensar al paciente, pues no hay antibióticos, antidiabéticos ni insulina… Luego seré yo el encargado del epicedio, de la elegía funeraria frente del cadáver de la indolencia e inventaré en buen castellano loas a la revolución en vez de aplicarle los agrios adjetivos que el diario El Universal, degradado, me censuró. Tal vez no necesite repetir la oración fúnebre pues cada paciente fallecido será la imagen en espejo del que dejó la cama aún tibia. Maduro y sus lacayos(as) ministros(as) de salud dictan las condenas a muerte y yo, el cómitre de la galera solo las hago efectivas. ¡Dios perdone mi cobardía! Los capitostes pletóricos de indiferencia criminal que esto leen no comprenderán mi indignado llanto, porque las ratas que yo sepa, no lloran ni cuando se muerden entre ellas.

Mientras todo ocurre, la república cubana y sus momificados hermanos Castro –entre otras naciones chupasangre-, sacos rotos que son, siguen recibiendo dólares venezolanos que irán a los bolsillos ávidos de la ruindad y de la roñosería, aunque para nada hayan mejorado la vida de sus miserables pueblos.

Es el triste epílogo de la historia de la medicina venezolana y su total entrega y sumisión a Cuba, su desaparición ante la mirada culposa de todos y con ello, la muerte de gran cantidad de inocentes donde estaremos nosotros, también reos de culpa por poquedad y abandono; ¡reanimarla a estas alturas equivaldría a darle masaje cardíaco a un muerto…!

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