REVOCATORIO. NO AL DIÁLOGO


@lamzelok @ENVENEZUELA1 REVOCATORIO, NO AL DIALOGO "Atropellado el legítimo derecho que nos asiste a realizar el RR, se nos ha declarado la guerra. Se han sepultado las últimas máscaras de una falsa democracia y se ha abierto finalmente el paso a la dictadura de facto y de iure. Hemos llegado al final. Es la hora de asumir las consecuencias. O no mereceremos la confianza depositada en nosotros por el pueblo venezolano."

Antonio Sánchez García @sangarccs

Al cardenal Baltasar Porras

Más claro imposible: si dos partes están enfrentadas por el Poder, una que lo detenta y la otra que pretende desalojarlo para detentarlo, y terceras partes hacen depender la resolución de ese conflicto existencial e inevitable sólo y exclusivamente por la vía de un diálogo entre ambas partes, bastará que la parte que detenta el Poder se niegue a dialogar o lo trampee con dificultades, obstáculos, celadas e impedimentos, para que fracase el diálogo y, por ende, no se resuelva el conflicto, se estabilicen los frentes y todo siga y continúe como antes.

Para la parte que se ha hecho fuerte del lado de la historia, cuenta con todo el peso de la razón y ya constituye una sólida y casi unánime mayoría indetenible, de recaer en la vieja celada del diálogo habremos vuelto de una exitosa guerra de movimientos que culminara con el asalto a la Asamblea Nacional el 6 D, estancándonos en una falsa guerra de trincheras. La apuesta por el diálogo puesta en el asador por el régimen para boicotear nuestra guerra de movimientos, con el concurso de José Luis Rodríguez Zapatero y algunos sigüises de la MUD, como el diputado Timoteo Zambrano, no le habrá servido de nada. Todas estas escaramuzas dialogueras habrán sido otro pretexto más para extender, diluir o profundizar el conflicto. La parte que detenta el Poder y corre un peligro inminente de perderlo en caso de que nuestra parte, a la ofensiva, pase al terreno de los hechos, seguirá usando el diálogo como pretexto para mantenerse firme en sus fracturadas posiciones. Así sean ellas cada días más frágiles e insostenibles. Pues le guste a las terceras partes y a todos los involucrados o no les guste, llegado al extremo de una crisis orgánica, excepcional, definitoria y mortal como la que hoy sufrimos los venezolanos, la esencia de la política es el enfrentamiento amigo-enemigo. Son nuestros enemigos. Somos sus enemigos. ¿Cómo evitarlo?

Mientras avanza la crisis humanitaria y se hace cada día más urgente y perentoria la necesidad de salir de Maduro desalojando simultáneamente al régimen y mientras más favorables son las condiciones para que tal salida y tal desalojo tengan lugar por fuerza de la masa crítica que ya se ha puesto en movimiento y se extiende y expande como una mancha de aceite, mayores son los esfuerzos de las terceras partes en lograr ese diálogo, inútil como vía de resolución del conflicto pero útil a los efectos de retrasarla o posponerla. ¿Tienen conciencia de ello quienes fungen con buenas o malas intenciones de terceras partes? ¿Lo sabe la Iglesia? ¿Lo sabe SS el papa Francisco? ¿Lo sabe el Prepósito de los jesuitas, el venezolano Arturo Sosa SJ, que desde hace quince años considera que la oposición democrática no constituye ninguna alternativa al régimen?

¿Lo sabe el Departamento de Estado, que junto al Vaticano parecen apostar a dejar pudrirse la crisis hasta desembocar, aferrados a los restos del naufragio, al hipotético año 2019? ¿Lo sabe la ONU? ¿Lo sabe la OEA?, ¿Lo saben Mercosur y UNASUR? ¿Lo sabe IDEA, el organismo que agrupa a los ex presidentes de Latinoamérica? ¿Lo sabe la MUD? ¿Lo saben los partidos opositores? ¿Lo sabe la sociedad civil que sufre la crisis ya a niveles prácticamente intolerables? Mantengo la más seria sospecha de que no lo saben o lo saben a medias, algunos de buena fe, por ingenuidad o por inexperiencia histórica. El régimen y quienes de entre nosotros prefieren evitar la colisión, así sea al precio de la destrucción y desaparición de nuestra República, afianzados todos por la tiranía cubana, por simple dolo.

Menciono todas estas trascendentales instancias religiosas y políticas, diplomáticas y sociales, pues en ellas radica la tercería opinante y mediadora, que observa, seguramente con honda preocupación, a los protagonistas del conflicto. Si bien cabe preguntarse por qué esa medianía se esfuerza en desconocer los derechos inapelables que nos asisten en esta trágica circunstancia. ¿Por qué en lugar de proponer y exigir tal diálogo, a todas luces infructuoso pues se dirige a una parte ciega, sorda y muda ante la tragedia, todas las fuerzas mencionadas, desde el Vaticano a la OEA y desde el Departamento de Estado a todos los gobiernos de la región no anteponen como conditio sine qua non para que tal diálogo tenga lugar, que el régimen – ya abierta y declaradamente dictatorial - se someta a las determinaciones constitucionales en obediencia a las reglas el juego? ¿Diálogo para tratar de imponer un derecho, dado el evidente beneficio que implicaría implementarlo para todas las partes involucradas? ¿O diálogo para encontrar manera de violentarlo?

Dos factores de mediación de invalorable importancia tienen perfectamente clara la naturaleza aviesa y falaz que motiva al gobierno del Sr. Maduro y al régimen al que sirve, a seguir jugando con el diálogo como auxilio de las circunstancias. Con un agravante que ha venido a clarificar de una vez por todas el papel de la oposición venezolana en esta crisis: el Decreto de la Asamblea Nacional del 13 de octubre pasado que tras diecisiete años de tira y encoje ha terminado por poner las cartas de la crisis y los términos de su eventual resolución sobre la mesa. En perfecta concordancia, por cierto, con la Proclama que los jóvenes activistas de Voluntad Popular se adelantaran a declarar urbi et orbi. En dicho decreto y la Proclama que le antecediera, se determina, sin ningún género de dudas, que el régimen es dictatorial, viola la Constitución; sus instituciones de salvaguarda, como los aparatos del Estado y el TSJ son írritos y deben ser rechazados, ante lo cual todas las fuerzas democráticas deben ser conminados a hacerse a la tarea de activar los mecanismos y procedimientos previstos en la Constitución Nacional para rescatarla y salvaguarda: pasar a la desobediencia civil, a la insurrección y al desalojo de la dictadura. Lo cual, de manera imperativa, con el respaldo de las Fuerzas Armadas Nacionales que deben decidir de una vez por todas si respaldan a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y al Estado de Derecho que debieran cautelar, o abandonando sus compromisos institucionales insisten en seguir siendo el soporte armado de la traición a la República y del asalto castrocomunista a la sociedad venezolana.

Estamos en el terreno de la lógica de los hechos como ante la imperativa fuerza de la historia, sin otras instancias normativas que la verdad y la justicia. Diálogos: cuántos se quieran. Pero sin el cumplimiento de nuestro derecho a efectuar el Referéndum Revocatorio y proceder a efectuar las elecciones de alcaldes y gobernadores este mismo año, en estricto cumplimiento a lo que dicta la ley, todo diálogo es una falacia. Esa, no otra, debiera ser nuestra palabra final. Sin que ello implique, de ninguna manera, que de negársenos el derecho a ejercerlo daremos por buenas las írritas disposiciones de un poder, cuya legitimidad negamos de plano.

De irrespetársenos el legítimo derecho que nos asiste, se nos habrá declarado la guerra. Se habrán sepultado las últimas máscaras de una falsa democracia y se habrá dado paso a la dictadura. Habremos llegado al final. Será la hora de asumir las consecuencias. O no mereceremos la confianza depositada en nosotros por el pueblo venezolano.












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