LAS CARTAS SOBRE LA MESA EL CHAVISMO NEGRO


@lamzelok @ENVENEZUELA1 LAS CARTAS SOBRE LA MESA ARTURO SOSA Y EL CHAVISMO NEGRO Antonio Sánchez García @sangarccs “Ciudad del Vaticano.- El nuevo padre General de los jesuitas, el llamado "papa negro", el venezolano Arturo Sosa Abascal, explicó hoy que ni el Gobierno ni la oposición "tienen un plan" para resolver la actual situación en Venezuela.”
El Universal, Caracas, 18 de octubre de 2016

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Desde los desgraciados hechos del 11 de abril de 2002, a raíz de los cuales le dirigiera una extensa carta abierta a Arturo Sosa SJ, hoy elevado al alto rango de prepósito de la Compañía de Jesús, he mantenido el convencimiento de que hay, a grandes rasgos, dos formas de ser chavista y dos formas de ejercerlo. Formas que por razón de comodidad hermenéutica llamaré chavismo positivo y chavismo negativo. Soy del absoluto convencimiento de que Arturo Sosa pertenece a la categoría de los chavistas negativos, o chavistas negros. Dos caras de una misma moneda. Y que, llegado el momento del combate a muerte que suele librarse entre demócratas y autócratas o entre chavistas o antichavistas, - como el que libramos millones de venezolanos desde hace diecisiete años con su saldo de muertes, sufrimientos y devastación - se alinea porfiadamente en el rango aparentemente indefinido, equidistante y objetivo que suelen mantener los chavistas negros o NINIS, como también los llamáramos en su momento: montarse en un solio de superioridad observante, una torre de cristal, cuidadosamente distanciado de los hechos como para involucrarse y tomar partido. Así la sangre haya llegado al río. Exactamente como sucediera el 11 de abril. Y yo lo describiera en mi carta abierta, jamás respondida. http://www.noticierodigital.com/2016/10/carta-abierta-a-arturo-sosa-s-j/ He seguido sus declaraciones desde entonces y nada me ha llevado a cambiar de apreciación: en Venezuela, según el papa negro, no existe una alternativa estratégica al régimen chavista imperante. Ergo: que siga la farsa.

Me explico: un chavista negro comparte a plenitud la crítica del chavismo al establecimiento democrático, respalda indirecta y solapadamente todas sus acciones desestabilizadoras y hasta aplaude por bajo cuerda su infernal y demoledor ataque a la sociedad democrática en su realidad concreta – el Pacto de Punto Fijo y todos sus logros de cuarenta años de paz, estabilidad, prosperidad y democracia - , sus usos y sus costumbres. Comenzando por el siniestro golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, fecha primordial de su aparición en escena. Cuando el golpismo se trastocara como por arte de magia en gestión bautismal de la construcción de un nuevo mundo, Fidel Castro volviera a golpear a nuestras puertas y se cayeran máscaras y vestiduras de quienes se habían retirado de la escena de la lucha armada, pero manteniendo un odio raigal e indeclinable contra adecos y copeyanos. Una gran parte de ellos, que medraran a manos llenas del período – empresarios, banqueros, académicos, dueños de medios, fiscales, embajadores políticos, periodistas, actores – comenzaron a roerle el piso al establecimiento y a montar la fritanga en que freirían las cabezas de quienes terminaron sacrificados en el altar de la conspiración, aquello que alguien llamara la rebelión de los náufragos. Con chavistas negativos aunque potencialmente activos, como los notables de rancio abolengo, el Fiscal General de la República y los golpistas por naturaleza, como José Vicente Rangel. Fueron sus polvos los que nos arrastraron a estos lodos. Mientras no se demuestre lo contrario, caben las mayores dudas y sospechas sobre la participación del Centro Gumilla, de los jesuitas venezolanos – con muy honrosas excepciones - y de Arturo Sosa en esos nefandos sucesos.
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Fueron aquellos chavistas negativos, que en razón de impedimentos superiores, compromisos espirituales, rigores académicos y alguna duda legítima o ilegítima, se vieron impedidos de abrirse paso a la militancia directa y asumirse como militantes activos de la llamada revolución bolivariana, pasando del reverso al anverso, como lo que en rigor fueron desde sus tiempos de la teología de la liberación: chavistas positivos. Paso dado por muchos chavistas de la primera hora, que a poco o a mucho andar vieron al monstruo que aupaban y la devastación que en su completa irresponsabilidad habían contribuido a desatar. Son legiones quienes, habiendo osado convertirse en chavistas con todas sus letras, chavistas de teoría y práctica, despertaron en la cumbre de la pesadilla. Pero hubo quienes prefirieron mantenerse en la tierra de nadie de la crítica demoledora a la sociedad abierta, a la sociedad capitalista, a la sociedad liberal y librepensadora, pero sin pasar a los hechos: confesar su naturaleza opositora in partibus infidelis. Como no pocos altos prelados de la Iglesia. Son los chavistas frustrados. Se negarán a reconocer su error, y continúan su crítica implacable al establecimiento opositor negándole toda entidad, todo propósito de enmienda y mejoramiento, toda estrategia verdaderamente alternativa. Fuimos, somos y seremos “rentistas”, parásitos petroleros sin enmienda ni mejoría posible. Casi resuena el eco de un “bien merecido se lo tienen”. Y así el colmo del rentismo lo haya representado el chavismo bolivariano, puesto que era un “rentismo distribuidor”, socialista y revolucionario, lo consideran un “rentismo bueno”. En Venezuela, sigue sosteniendo Sosa luego de un cuarto de siglo de desastres y diecisiete años de devastación inducida por el golpismo caudillesco, militarista y castrocomunista del patio, el antichavismo no tiene un proyecto político específico, verdaderamente alternativo. Exactamente como la oposición democrática. Siguen promoviendo el rentismo. En otras palabras: no valen nada.

Ante lo cual – consecuencia lógica y elemental – da lo mismo que el chavismo, ya convertido en dictadura y rebajado a satrapía de la tiranía cubana, continúe haciendo de las suyas. ¿Qué importa y a qué oponérsele, si del otro lado de la acera, la de los presos políticos, los perseguidos y asesinados, los muertos de hambre, los sufrientes de hospitales sin medicamentos y los niños que se mueren de inanición no surge ninguna alternativa valedera de poder? Alternativa que el papa negro tiene a buen recaudo no desvelar y que a juzgar por las simpatías de Francisco para con Pepe Mujica, Evo Morales, Raúl y Fidel Castro, que contrasta abiertamente con la clara antipatía que parece sentir por Mauricio Macri, parece más cercana a la del castrismo y muy distante de la llamada “neoliberal”. ¿Preocuparse por las diferencias entre unos y otros? ¿A qué señalar que jamás la democracia dispuso de la colosal fortuna de que dispuso el chavismo, y que con el barril de petróleo a $7 pudo crear la Venezuela de la modernidad, llena de universidades, un país electrificado, con hospitales y centros educativos de gran nivel y en donde nadie vivía de rastrojear comida o bachaquear, en el cual las cifras de asesinatos no alcanzaron jamás la sexta parte de la que hoy atiborra de cadáveres las siniestras morgues de nuestros pueblos y ciudades? ¿O no sabe el cura Sosa que después de un largo ciclo con el barril sobre los $ 100.00 , los venezolanos nos estamos muriendo de hambre?

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La falacia es criminal. La desconsideración, anticristiana. Y la lógica, absurda. Indigna de quien dirige los asuntos de la más poderosa de las congregaciones religiosas de la cristiandad. ¿No es como para abismarse de asombro y desconcierto que el papa negro, el segundo hombre en importancia del Vaticano y seguramente el hombre más influyente junto al papa, pueda permitirse una visión tan maniquea de lo que acontece en su propio país?

Resulta que para Arturo Sosa defender el Estado de Derecho, la convivencia pacífica y democrática, sólo posible en una sociedad abierta, que la oposición en pleno defiende con todos sus partidos y organizaciones de la sociedad civil contra viento y marea y eleva a prédica político pedagógica cotidiana, no constituye una alternativa a la dictadura. No alcanza rango de estrategia. ¿Le es indiferente al cura Sosa si en Venezuela impera una dictadura o reina una democracia?

Tampoco la particular visión socialdemócrata, liberal y moderna, que comparten Leopoldo López y Antonio Ledezma, ambos presos y uno de ellos condenado a catorce años de cárcel por defender sus principios, alcanza un rango suficientemente valorativo como para oponérsele al castrocomunismo reinante. Y tampoco la coherente visión liberal, de centro derecha, democrática, modernista y globalizadora, cercana a las posiciones de Mauricio Macri o de PPK, presientes de Argentina y Perú, impulsada con coraje y lucidez indeclinables por María Corina Machado y la gente de Vente Venezuela que la acompañan – grandes historiadores, economistas, sociólogos y politólogos - tiene suficiente estatura y densidad intelectual, política y moral como para que el cura Sosa los consideres valederos de la menor consideración. No son nada, no representan nada, son viento y arena. Ventoleras.

Sin contar las visiones socialcristianas, que de seguro Arturo Sosa habrá conocido cuando comenzara su carrera sacerdotal. Presentes bajo formas evolucionadas, e incluso cercanas a nuevas orientaciones políticas, como las del lulismo brasileño, que encandilara a los más prominentes dirigentes de Primero Justicia, como Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial. Y una de ellas, posiblemente favorecido con la mayoría votante aunque desconocida de manera criminal y fraudulenta por el chavismo. ¿Copei y Primero Justicia no merecen la menor consideración como alternativa de Poder para un país que naufraga a la deriva? ¿Vale más seguir encadenados a la galera que nos lleva a la isla de la felicidad cubana?

¿Cree sinceramente el padre Sosa que el 85% de la ciudadanía que según todas las encuestas rechaza al régimen imperante y demanda el urgente desalojo de las pandillas que han secuestrado al Estado y lo usan para su particular enriquecimiento, lo rechazan por veleidad, sin una clara consciente de lo que cualquiera de nuestros líderes, presos o aún en libres, sería capaz de hacer para superar este amargo y trágico momento de nuestra historia? Si así fuera, está profundamente equivocado. Los venezolanos sabemos perfectamente lo que queremos: un régimen de libertades, de emprendimiento, de prosperidad y progreso, de justicia. Decente, digno, orgulloso de su tradición histórica. Una Venezuela profundamente leal a sus tradiciones, de las que la pertenencia plena a la cristiandad y la observancia del catolicismo constituyen uno de nuestros principales acerbos.

El valor y el significado que significaría para el futuro de nuestra aterida humanidad
recibir el respaldo generoso y desinteresado, inteligente y lúcido de la Compañía de Jesús que Arturo Sosa dirige y contar con su trascendental respaldo misionero, podría acelerar el reencuentro de nuestros hermanos con una Patria liberada. Liberarnos de las oprobiosas cadenas del castrocomunismo que hoy nos hunde y asfixia es más que una alternativa política. Es una alternativa espiritual y moral. Como bien lo saben los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana, máxima conciencia y voz de nuestra Iglesia. Respetar nuestros derechos y luego llevar adelante tantos diálogos como sean necesarios. De lo contrario, seguiremos entrampados en la dictadura.

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