LOS ALIADOS DEL MAL


@celondonoz @asdrubalaguiar @tutoquiroga LOS ALIADOS DEL MAL La insólita y brutal perversión de la conciencia universal, a pesar de lo evidente y trágico de los hechos a todas luces evidentes - la inveterada miseria cubana y la crisis humanitaria de Venezuela -, encuentra dos aliados prontos a seguir alabando al tirano y respaldando la intromisión de su tiranía a través de la satrapía venezolana sobre los destinos de nuestra triste nación. El “buenismo” de Obama y los demócratas norteamericanos y el “pobresismo” de Bergoglio y la asistencia del Vaticano al dictador venezolano se abrazan en la coronación de la ceguera de las primeras potencias de Occidente.
Antonio Sánchez García @sangarccs

El mundo está ciego y enfermo. Y sigue adoleciendo de su más profundo mal, diagnosticado con su hegeliana perspicacia por uno de los más grandes filósofos italianos, Antonio Labriola, maestro del más lúcido y humanista de todos los espíritus marxistas junto a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci: “sólo tú, estupidez, eres eterna”. De todas las taras arrastradas en este millón de años que se le calculan a los homínidos, la más pertinaz e inconmovible de sus lacras es la estupidez. Lo sigue siendo.

Sobran las pruebas de que Fidel Castro y su revolución – Hitler, su modelo, tuvo su guerra; su epígono también la pretendió, incluso atómica, pero sólo alcanzó a tener su miserable revolución – han sido la gran tragedia que ha asolado a esa paradisiaca isla del Caribe que es Cuba. No lo digo yo, que al fin y al cabo sólo soy un insignificante coletazo chileno-venezolano de esa tragedia, sino Carlos Franqui, quien no sólo acompañara a Fidel Castro en la Sierra Maestra, sino que fuera el principal vocero de la revolución en Cuba y en el mundo. Hasta que el alud de iniquidades, tropelías y estafas del tirano amamantado en el colegio de los jesuitas de La Habana terminó por despertarlo del encantamiento y lanzarlo a las turbias aguas del doloroso naufragio de quienes creyeran en los cantos de sirena del falso Mesías.

Huber Matos despertó a los pocos meses del asalto al Poder. Y más frontal y vertical que Franqui pagó con veinte años de mazmorras, humillaciones y torturas su inmenso coraje y su implacable moralidad. Un ejemplo perturbador en un mundo de complacencias con el mal y la crueldad. Pero esa congénita disposición al engaño y a la estafa, esa inveterada incapacidad para ver lo evidente, por evidente, jamás se sacudió verdaderamente las telarañas del adormecimiento ante la tragedia inducida por la simulación del tirano. Los paredones estaban ensangrentados a vista y paciencia del mundo, sin despertar el menor escándalo. Por el contrario: recibieron el aplauso de quienes creían que los ajusticiados bien merecido se lo tenían por no plegarse al tirano. Y los desterrados escapaban a millones de la pesadilla castrista, despertando la indignación, no la piedad: siendo los más cubanos de los cubanos, fueron descalificados universalmente por gusanos.

Mientras la proliferación del hambre y las penurias de la sobrevivencia se acrecentaban geométricamente, una justificación aberrante y estúpida, indigna de seres pensantes corría en su auxilio: los niños cubanos tenían, gracias a la tiranía, su leche asegurada. Quienes más lo afirmaban era los progresista de un mundo como el de los países desarrollados, en donde la leche estaba presente sin sobresaltos económicos ni policiales en todos los hogares. Como, por cierto, en todos los hogares norteamericanos. Y gran parte de los niños de nuestra región: a mi, hijo de un chófer de taxi chileno, con siete hermanos, y apenas sobre el más bajo nivel de nuestra sociedad, jamás nos faltó la leche. Sólo tú, estupidez, eres eterna.
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Que a treinta años de haberse consolidado la tragedia cubana, los cubanos se estuvieran muriendo de hambre y encegueciendo de avitaminosis, mientras los chilenos se aprontaban a salir de Pinochet y terminar por estabilizar y consolidar la proeza llevada a cabo por su dictadura – modernizar la vieja sociedad heredada del pasado, dinamizarla poniéndola en la carrera por ingresar al Primer Mundo y habiendo creado la institucionalidad para una democracia ejemplar – todavía reinara la adulación al tirano cubano y el desprecio al dictador chileno lo dice todo. Mientras en 1959 Cuba y Chile mostraban exactamente los mismo valores de población, productividad y desarrollo, a esos treinta años de distancia Chile los había superado diez veces y Cuba se arrastraba a la saga de Haití.

No fue óbice para que novecientas destacadas personalidades venezolanas de las artes, las academias y la cultura se postraran ante el tirano, en visita de Estado en febrero de 1989 en el país con ocasión de la transmisión del mando presidencial, y lo alabaran `por representar la dignidad latinoamericana. Hoy publica El País de España una columna redactada por María Werlau, presidenta del think tank Free Society Project y directora de su programa Archivo Cuba, en el que señala que “Fidel Castro bien podría fácilmente haberse llevado a cuestas un millón de almas. Cada una fue una vida sesgada, un destino truncado y una secuela de seres queridos destrozados. Así, el dictador cubano tejió una historia de terror, sangre, y dolor que comienza en las montañas, paredones y calabozos tropicales, se desparrama por una enorme tumba en el mar Caribe y se extiende por el mundo entero. Pinochet no le llega a los tobillos…”

Esa visita propiciada por la insólita ceguera y el reblandecimiento político de quien terminaría siendo la principal víctima de las fuerzas castrocomunistas venezolanas, Carlos Andrés Pérez, impulsó abierta o veladamente la dinámica del golpismo militar civil que acabaría por aniquilar la institucionalidad democrática y sentar las bases para el asalto al poder del teniente coronel Hugo Chávez. Buscando emular la saga castrista: asaltar el Poder, triturar la hegemonía democrática imperante, desquiciar la institucionalidad de cincuenta años de democracia y doscientos años de república independiente para terminar devastando uno de los países potencialmente más ricos de la región, sino del mundo. Que fuera la principal reserva petrolera del hemisferio y hoy ha alcanza la ruina de tener que importar gasolina de los Estados Unidos.

La insólita y brutal perversión de la conciencia universal, a pesar de lo evidente y trágico de los hechos a todas luces evidentes - la inveterada miseria cubana y la crisis humanitaria de Venezuela -, encuentra dos aliados prontos a seguir alabando al tirano y respaldando la intromisión de su tiranía a través de la satrapía venezolana sobre los destinos de nuestra triste nación. El buenismo de Obama y los demócratas norteamericanos y el pobresismo de Bergoglio y la asistencia del Vaticano al dictador venezolano se abrazan en la coronación de la ceguera de las primeras potencias de Occidente.

No cabe más que ver absolutamente reafirmado el dictum de Labriola, a siglo y medio de haber sido emitido: “sólo tú, estupidez, eres eterna.”






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